Siempre he pensado que la creatividad no es un don reservado para unos cuantos, sino una forma de pensar y de ver el mundo que se puede cultivar. En mis años enseñando composición, me he dado cuenta de que el mayor obstáculo no es la falta de talento, sino el miedo a explorar. Nos enseñan a buscar respuestas correctas, pero la música —y el arte en general— se trata de hacer preguntas interesantes.
Por eso, cuando diseño mis cursos, no solo me enfoco en teoría o técnica, sino en desbloquear esa parte del cerebro que nos permite jugar con las ideas sin miedo al error. La creatividad es como un músculo: entre más la ejercitas, más fuerte se vuelve. Y si algo he aprendido, es que no hay nada más satisfactorio que ver a alguien descubrir su propia voz musical, sin pedir permiso para sonar como quiere.