Nadie vio venir la epidemia: esa gran pausa en la vida que parecía fluir constante para bien o mal de todos. Ahora nos ha pegado, obligando a la mayoría a quedarnos en casa. En esta inquietante tranquilidad, las expresiones artísticas y su difusión digital se vuelven primordiales para el bienestar mental de la población enclaustrada. Dentro de la vasta oferta cultural online para la población, la transmisión de conciertos por internet representan un arma de doble filo para los músicos que urge sean analizados con detenimiento.
En el extraño silencio que evoca un sistema social entero caído a causa de la crisis sanitaria, el ojo del huracán, los artistas continúan trabajando como siempre y más que nunca. Nuestro trabajo es la creatividad y la resiliencia, una de nuestras armas más poderosas. Estamos tan acostumbrados a vivir al día que ahora resultaría inexplicable dejar de ser creativos porque tenemos miedo a no tener estabilidad económica. Nunca la hemos tenido; sobre todo si, como yo, somos músicos independientes.
Lo que asusta en estos días es el silencio de las calles vacías, los teatros, restaurantes y clubes cerrados… las agendas culturales en blanco. El público es un aspecto inherente del músico como profesionista. De acuerdo a Riveros Muñoz, “los músicos y la audiencia son el núcleo de la sociabilidad de la música”. El agrupar pequeñas o grandes audiencias resulta imprescindible para subsistir y un gran porcentaje del día laboral lo gastamos ideando nuevas estrategias para generar espectadores.
En lo personal, prefiero mil veces el estrés de saber que tengo mucho trabajo a no tener ningún evento en puerta que me genere ingresos. Lo único que me queda, como a la mayoría, es la esperanza de que la gente no nos olvide y esté en condiciones económicas de apoyarnos.